jueves, 10 de abril de 2014

Objetivo Tierra, objetivo vida.



La Agencia Europea de Medio Ambiente alertó el pasado año de que un 90% de la población urbana de Europa está expuesta a concentraciones contaminantes que son perjudiciales para la salud.

Este porcentaje podría no impactarnos a priori, pero tal vez la cosa cambie si contemplamos el efecto que tiene en las 400.000 personas que murieron de forma prematura a causa de ella  en 2010 en Europa. Es decir, más de 10 veces las muertes por accidentes de tráfico.

Ciudades como Madrid y Barcelona incumplen la legislación europea en cuanto a las emisiones de dióxido de nitrógeno que procede de los tubos de escape.
Pero lo cierto es que ni siquiera esta legislación es suficiente para proteger nuestra salud.

La Organización Mundial de la Salud ha actualizado recientemente su guía de 2005 sobre los efectos negativos de los contaminantes y ha revelando que son mucho peores de lo que se creía hace ocho años.
Sin embargo los límites que pone Bruselas a la exposición de contaminantes no son los recomendados por la OMS y la Comisión Europea parece estar haciendo oídos sordos al peligro que corre nuestra salud a causa de este problema.


Si comparamos las cifras de los últimos años nos damos cuenta de que se ha producido un descenso de las emisiones, lo cual podría llevarnos a pensar que se están tomando medidas al respecto. Pero lamentablemente no es así.

Si ahondamos en la investigación y analizamos la coyuntura socioeconómica llegamos a la verdadera razón de esta disminución. La respuesta la tenemos en la crisis económica que atraviesa España estos últimos años.

Como consecuencia de la crisis hay menos tráfico y menos actividad industrial. Lo que nos hace concluir que la reducción de la contaminación se ha producido por factores coyunturales y no por que se hayan tomado medidas para reducir el tráfico, las emisiones industriales o las calefacciones.

Por otro lado, aunque la contaminación haya disminuido, el problema sigue ahí. Ecologistas en Acción calcula que 7,7 millones de andaluces, el 92% de la población respira cada día más contaminación de la que recomienda la OMS.

Ante esta situación me preguntaba ¿No piensan las instituciones tomar medidas al respecto? E inmediatamente volvía a relacionar los conceptos de industria, contaminación y salud. El sistema se nutre de industrias, de decisiones de señores y señoras de traje que solo buscan la rentabilidad económica, y de instituciones que legislan a favor de estos. Nuestra salud se vende en las reducciones de costes de las empresas mientras ellas se hacen más fuertes.


Cuando las preocupaciones de un planeta giran en torno a cantidades monetarias resulta difícil no perder el norte. Pero lo cierto es que esas personas que toman las decisiones y esas otras que marcan los límites de emisiones, insuficientes para nuestra salud, respiran el mismo aire que todos los demás; y  que una cuenta corriente no hace inmune a nadie, por muy gorda que sea.

Dicho esto y teniendo presente todo lo anterior, no podemos perder de vista que es un buen momento para atajar el problema. Falta voluntad política, sí. Pero el camino se hace andando y somos muchas las personas comprometidas con nuestro planeta y nuestra salud.


Sabemos, por ejemplo, que los motores diesel emiten partículas que proporcionan un 50% más de riesgo de sufrir infartos cerebrales y accidentes cardiovasculares. Pero también sabemos que podemos fomentar la bicicleta, el transporte público o los trayectos en vehículo compartido.


El cambio empieza en uno mismo y algún día seremos nosotros los que realicemos campañas de concienciación, dirijamos grandes compañías o ¿por qué no? Seamos los señores y señoras que tomen las decisiones. Y entonces sí, sepamos hacerlo bien.