Es tiempo de cambio. Las ciudades
más cosmopolitas del país han actuado en estas municipales como puntas de lanza
señalando el camino, y es responsabilidad de todos y de todas apostar en esa
dirección.
Empezamos este proyecto sentados
en el suelo, pegados a la tierra. Impulsados por lo que yo ubico en dos
pilares: la ilusión y el miedo.
Fuimos nosotros, la juventud
dormida, los irresponsables, los que no sabían, los que capitaneábamos el
equipo de la ilusión.
Esa fue nuestra lección. Aprender
que el miedo solo trae desesperanza, y que es una herramienta útil y peligrosa
para quien sabe manejarla.
Parece ser que después de dejar
nuestra tierra en manos de terratenientes de carácter ruín y lastimero, hemos
aprendido que el miedo no es un buen compañero.
Hemos dado nuestro voto a favor
del cambio, hemos apostado por la ilusión y hemos puesto nuestra confianza en
los nuestros. En la gente de a pie, en los que no se ahogan con corbatas y por fín, en las mujeres.
Los efectos de la movilización
empezaron a verse en las Europeas con el subidón de Podemos, y he de añadir que
aunque mi confianza en ellos está aún por definir, me llena de alegría cada una
de sus victorias.
Debemos ser positivos, pero nunca
ingenuos. Son muchos los que aun tienen miedo al cambio, lo vimos en las
Andaluzas y lo hemos vuelto a ver en muchos municipios. Los gordos caen, pero caen despacio.
Vamos haciendo contrapeso, vamos
cediendo la balanza y echándole fuerza a este pulso. Pero no podemos
relajarnos. Porque este país no puede
permitirse que el miedo nos gane de nuevo.