lunes, 22 de abril de 2013

Con olor a pólvora.




A lo largo de milenios, desde Grecia, la humanidad ha progresado técnicamente de una manera fabulosa, pero en cambio seguimos matándonos los unos a los otros en guerras y sin saber aprender a vivir tranquilamente juntos.

Así colmaba Sampedro el minuto 42 en la entrevista de Jordi Evole para Salvados, y yo en mi sofá asentía con la cabeza, como si quisiera agradecerle que soltara aquellas palabras que desde hacía tiempo me rondaban en la conciencia. Como si mis afirmaciones tuvieran más razón en boca de otra persona.


Abandonamos las cuevas, nos concentramos en grupos sociales, establecimos roles jerárquicos, desarrollamos planes de abastecimiento, diseñamos ciudades;  inventamos el comercio, complicados sistemas burocráticos, la democracia de representación política…

Hemos dado nombre a maravillas como la música, la literatura, la pintura, la escultura, la danza… hemos sido compañeros de genios que sacaban de su mente autenticas obras de arte de la talla de Mozart, Van Gogh, Da Vinci o  Cervantes.

Dimos cura a miles de enfermedades hasta alargar nuestra esperanza de vida a cien años, viajamos a la Luna, inventamos la bombilla, la imprenta, el microchip y hasta el puto acelerador de partículas.


El ser humano es el animal que más ha progresado a lo largo de la historia y sin embargo seguimos recurriendo a métodos prehistóricos para resolver nuestros conflictos. Y pero aun, ya que no es con piedras con lo que luchamos, sino bombas y tanques.

¿Cómo es posible que la misma especie que compuso El lago de los cisnes acabe con la vida de millones de personas por criterios económicos?

Desde el día en que aprendí a hablar, que por otro lado fue el más importante de mi vida, observo todo lo que me rodea con ojos de búho, preguntándome hasta el más mísero detalle de mi existencia. Y aun no encuentro lógica alguna a que nos sigamos matando los unos a los otros por petróleo, en lugar de invertir en energías renovables. 



¿Realmente posee nuestra especie tal desequilibrio mental? ¿o por el contrario es el Poder el que embriaga las conciencias hasta reducir el sentido de la moral a la altura del betún? ¿Estamos condenados a que nuestro instinto animal nos domine eternamente? ¿Es la ambición y la codicia como parte de nuestra naturaleza la que nos ciega? ¿o se trata de una más de las consecuencias de dirigir el mundo siguiendo el criterio de la rentabilidad económica?


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