A lo largo de milenios, desde Grecia, la humanidad ha progresado técnicamente de una manera fabulosa, pero en cambio seguimos matándonos los unos a los otros en guerras y sin saber aprender a vivir tranquilamente juntos.
Así
colmaba Sampedro el minuto 42 en la entrevista de Jordi Evole para Salvados, y
yo en mi sofá asentía con la cabeza, como si quisiera agradecerle que soltara
aquellas palabras que desde hacía tiempo me rondaban en la conciencia. Como si
mis afirmaciones tuvieran más razón en boca de otra persona.
Abandonamos
las cuevas, nos concentramos en grupos sociales, establecimos roles
jerárquicos, desarrollamos planes de abastecimiento, diseñamos ciudades; inventamos el comercio, complicados sistemas
burocráticos, la democracia de representación política…
Hemos
dado nombre a maravillas como la música, la literatura, la pintura, la
escultura, la danza… hemos sido compañeros de genios que sacaban de su mente
autenticas obras de arte de la talla de Mozart, Van Gogh, Da Vinci o Cervantes.
Dimos
cura a miles de enfermedades hasta alargar nuestra esperanza de vida a cien
años, viajamos a la Luna, inventamos la bombilla, la imprenta, el microchip y
hasta el puto acelerador de partículas.
El
ser humano es el animal que más ha progresado a lo largo de la historia y sin
embargo seguimos recurriendo a métodos prehistóricos para resolver nuestros
conflictos. Y pero aun, ya que no es con piedras con lo que luchamos, sino
bombas y tanques.
¿Cómo
es posible que la misma especie que compuso El lago de los cisnes acabe con la
vida de millones de personas por criterios económicos?
Desde
el día en que aprendí a hablar, que por otro lado fue el más importante de mi
vida, observo todo lo que me rodea con ojos de búho, preguntándome hasta el más
mísero detalle de mi existencia. Y aun no encuentro lógica alguna a que nos
sigamos matando los unos a los otros por petróleo, en lugar de invertir en
energías renovables.
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