“Ya hemos tenido suficiente religión”
Decían ayer desde Charlie Hebdo y de ahí el título de este artículo.
No apoyo la religión, no apoyo la
violencia y no apoyo la imposición cultural. Me duele profundamente ver la
crisis de humanidad a la que asistimos cuando presenciamos actos de autentica
barbarie en nombre de la fe, cuando sentimos miedo ante nuestros semejantes y
cuando eso nos hace alimentar el odio hacia los demás.
Y sin desvalorizar el sufrimiento
de las víctimas y las familias parisinas que sufrieron el horror recientemente
hay algo que no podemos olvidar, que los países que más están sufriendo los
ataques yihadistas con diferencia son Siria e Irak. En estos países han muerto
centenares de millares de civiles y hay otros millones de ellos que están
tratando de huir y de encontrar asilo en nuestras fronteras; son aquellos que
englobamos en una masa impersonalizada bajo el nombre de refugiados y que ahora
hay a quien incomoda y produce temor.
Dicho esto doy por hecho que entienden
a donde pretendo llegar. La islamofobia o, dicho de otra forma, el odio
generalizado a todas las personas con creencias musulmanas, no es solamente
injusta e inhumana, sino que además favorece la brecha existente entre oriente
y occidente. Acusando más el sentimiento de rechazo e incomprensión de los
países árabes y fomentando el crecimiento de sectores radicales y grupos
violentos como el ISIS.
A esto cabe añadir que la
principal fuente de financiación del Daesh procede de Arabia Saudí; país que
además alimenta el odio desde la infancia de los suníes a los chiíes, quienes
tienen interpretaciones diferentes de la sharia (código de conducta que regula
los criterios de la moral y la vida). Y país al que casualmente España ofrece el 15%
de sus exportaciones de material militar.
Una vez entendido esto ¿qué responsabilidad
tiene Occidente sobre el terrorismo islámico? Mucha. No solamente fuimos
nosotros quienes diseñamos las fronteras de sus países y los obligamos a
convivir sin tener en consideración sus diferencias, sino que a día de hoy nos
seguimos beneficiando económicamente de su situación.
Con esto no quiero decir que la
población civil de Francia sea la responsable de la terrible masacre producida
hace dos días, ni mucho menos. Pero creo firmemente que la solución no se
encuentra en responder con violencia, ni
con odio, ni con un rechazo indiscriminado a toda la comunidad musulmana. La
solución pasa por presionar a nuestros gobiernos para que cambien el enfoque.
Dejemos de financiar las armas,
dejemos de dar asistencia militar y dejemos de comerciar con el petróleo que
esté manchado de sangre. Solo así combatiremos el terrorismo sin entrar en su
propio juego.