Recuperando la temática del
artículo De mujer a ministro, ha
pasado ya casi un año desde que lo escribí, la ley no ha entrado en vigor aún,
pero el anteproyecto sigue ahí.

Sabiendo que organizaciones de todo
el mundo, incluidas agencias de la ONU,
han pedido que
se frene esta ley y que las
normas internacionales de derechos humanos reconocen que “el acceso a abortos
legales y seguros es fundamental para el ejercicio efectivo de los derechos
humanos de mujeres y jóvenes", no se cómo aun tienen la soberbia de
mantener el anteproyecto ahí.
Bueno sí. Sí lo que lo se. Teniendo detrás a la industria de
conciencias más grande que ha existido nunca, la Iglesia.
La Conferencia Episcopal se gastó el pasado año 150.000€ en
la “Campaña por la Vida”. Como si de un producto más se tratase, y su objetivo
fuera posicionarlo en la mente del consumidor. Aunque eso es precisamente lo
que llevan haciendo durante años.
Siendo honesta conmigo misma tengo que admitir que más que
rechazo, repugnancia o indignación, lo que le tengo a la religión es miedo.
Pánico. Porque he visto cómo es capaz de llevarse por delante a poblaciones
enteras.
La religión juega con lo más instintivo e irracional del ser
humano, la fe. Y la Iglesia en nombre de la fe es capaz de hacer cualquier
cosa. Y las personas de consentirlo.
La alienación que consigue con su falsa moral es capaz de
destruir nuestros propios derechos. De imponernos la culpa, y de convertir
nuestras libertades en pecados. Y óiganme, que me parece estupendo, que cada
uno en su casa viva y sienta como quiera, pero a mi que no me toquen los
ovarios.

Como si fuésemos estúpidas, inmaduras o peor aun, como si fuésemos crueles
por naturaleza. ¿Acaso se cree usted en el derecho de decidir por nosotras en
qué casos tenemos la obligación o no de ser madres? Haga el favor de guardarse
el paternalismo en el bolsillo de la chaqueta y devuélvanos los veinte años de
evolución de esta ley.
Y haga el favor también de dejar de señalarnos y de convertir
en poco menos que asesinas a las mujeres que no se ven con la capacidad de
sacar un hijo adelante, porque precisamente eso es salvar vidas. Pero no vidas
en abstracto como ustedes juegan y filosofan con la palabra, sino vidas en
concreto. Vidas de madres y padres que por cualquier circunstancia no tienen
voluntad, capacidad o medios para mantener una vida ajena.
Y sabe usted igual que yo, que una mujer que desee abortar lo
hará de igual manera y que lo único que va a conseguir es limitar el privilegio
de un aborto sin riesgo a aquellos que puedan pagarlo y como consecuencia
obligar a aquellas mujeres con escasos recursos a arriesgar su salud e incluso
su vida.
Aparte la demagogia y sus medallas de salvador a un lado y cuéntele
a Dios que ha hecho su gobierno para mejorar la vida de los que ya hemos nacido.
Explíquele que han recortado ayudas de dependencia, educación y sanidad, que
hay dos millones trescientos mil niños por debajo del umbral de la pobreza.
Niños condenados a la exclusión social. Confiésese ante él y dígale a Dios
honestamente qué vidas son las que está protegiendo.
Y después métase a cura o váyase al infierno pero no
convierta sus pecados en delitos ni condene aún más a este país.
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