Recuperando la temática del
artículo De mujer a ministro, ha
pasado ya casi un año desde que lo escribí, la ley no ha entrado en vigor aún,
pero el anteproyecto sigue ahí.
Devolver a un país que tanto sufrió
el nacionalcatolicismo una ley reaccionaria, con un 83% de la población en
contra es como para que te tiemble el pulso.
Sabiendo que organizaciones de todo
el mundo, incluidas agencias de la ONU,
han pedido que
se frene esta ley y que las
normas internacionales de derechos humanos reconocen que “el acceso a abortos
legales y seguros es fundamental para el ejercicio efectivo de los derechos
humanos de mujeres y jóvenes", no se cómo aun tienen la soberbia de
mantener el anteproyecto ahí.
Bueno sí. Sí lo que lo se. Teniendo detrás a la industria de
conciencias más grande que ha existido nunca, la Iglesia.
La Conferencia Episcopal se gastó el pasado año 150.000€ en
la “Campaña por la Vida”. Como si de un producto más se tratase, y su objetivo
fuera posicionarlo en la mente del consumidor. Aunque eso es precisamente lo
que llevan haciendo durante años.
Siendo honesta conmigo misma tengo que admitir que más que
rechazo, repugnancia o indignación, lo que le tengo a la religión es miedo.
Pánico. Porque he visto cómo es capaz de llevarse por delante a poblaciones
enteras.
La religión juega con lo más instintivo e irracional del ser
humano, la fe. Y la Iglesia en nombre de la fe es capaz de hacer cualquier
cosa. Y las personas de consentirlo.
La alienación que consigue con su falsa moral es capaz de
destruir nuestros propios derechos. De imponernos la culpa, y de convertir
nuestras libertades en pecados. Y óiganme, que me parece estupendo, que cada
uno en su casa viva y sienta como quiera, pero a mi que no me toquen los
ovarios.
Que usted señor Gallardón puede subirle la sotana a quien desee,
pero a nosotras no nos venga con imposiciones medievales, ensuciando nuestra
Declaración de Derechos Humanos con sus arcaicas creencias. ¿Cómo se atreve a
cuestionar nuestra capacidad de decisión? ¿Nuestra responsabilidad y nuestra
ética?
Como si fuésemos estúpidas, inmaduras o peor aun, como si fuésemos crueles
por naturaleza. ¿Acaso se cree usted en el derecho de decidir por nosotras en
qué casos tenemos la obligación o no de ser madres? Haga el favor de guardarse
el paternalismo en el bolsillo de la chaqueta y devuélvanos los veinte años de
evolución de esta ley.
Y haga el favor también de dejar de señalarnos y de convertir
en poco menos que asesinas a las mujeres que no se ven con la capacidad de
sacar un hijo adelante, porque precisamente eso es salvar vidas. Pero no vidas
en abstracto como ustedes juegan y filosofan con la palabra, sino vidas en
concreto. Vidas de madres y padres que por cualquier circunstancia no tienen
voluntad, capacidad o medios para mantener una vida ajena.
Y sabe usted igual que yo, que una mujer que desee abortar lo
hará de igual manera y que lo único que va a conseguir es limitar el privilegio
de un aborto sin riesgo a aquellos que puedan pagarlo y como consecuencia
obligar a aquellas mujeres con escasos recursos a arriesgar su salud e incluso
su vida.
Aparte la demagogia y sus medallas de salvador a un lado y cuéntele
a Dios que ha hecho su gobierno para mejorar la vida de los que ya hemos nacido.
Explíquele que han recortado ayudas de dependencia, educación y sanidad, que
hay dos millones trescientos mil niños por debajo del umbral de la pobreza.
Niños condenados a la exclusión social. Confiésese ante él y dígale a Dios
honestamente qué vidas son las que está protegiendo.
Y después métase a cura o váyase al infierno pero no
convierta sus pecados en delitos ni condene aún más a este país.
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